«Todos contra el acoso» con M.ª Luisa Turell, Licenciada en Filología Hispánica, Profesora de Secundaria

«Todos contra el acoso» con M.ª Luisa Turell , licenciada en Filología Hispánica, Profesora de Secundaria


Artículo publicado en La Voz de Torrelodones y Hoyo de Mananares en marzo de 2016.

​En la docencia, todo desvelo es poco para encaminar a alumnos presos de su adolescencia-rebeldía que les impide escuchar las vehementes advertencias de cualquier adulto que les propone un cambio para evitar desastrosas consecuencias.
​He comentado anteriormente la trascendencia y repercusión de un desagradable asunto: el acoso. Ante la preocupación que despierta en todos los foros, la Comunidad de Madrid aprobó el pasado 26 de enero el Programa de Lucha contra el Acoso Escolar, que incluye, en palabras de la presidenta regional, “medidas de carácter permanente y estructural para prevenir el acoso escolar y erradicarlo en cuanto se sepa que se está produciendo algún caso”.

​En este programa se tiene en cuenta:

1.- Una Unidad de Emergencia al servicio de los Centros Educativos, formada por inspectores educativos, psicólogos, expertos en convivencia y asesores jurídicos y policiales.

2.- Especial atención al cyberbulling.

3.- Test informático on-line para la detección del acoso.

4.- Campaña de sensibilización en medios y redes sociales.

5.- Formación del profesorado.

6.- Difusión de una Guía para Docentes sobre prevención del suicidio en escolares.

​Esperamos, con esta propuesta, ser capaces de frenar una situación que no parece tener límites. No prevemos la trascendencia de nuestros actos hasta que topamos de bruces con el destrozo. Por eso comparto una experiencia personal como tutora de un curso de 1º de la ESO, que a pesar de todas las advertencias grupales y personales previniendo de un acoso en toda regla, acabó en una enfermedad de difícil curación: el grupo cayó en sus propias redes de violencia física y verbal sin vuelta atrás.

Organicé una sesión en la que asigné estratégicamente a determinados alumnos roles a desempeñar ante el resto de compañeros. Cada uno actuó pensando en cómo se sentiría el personaje asignado. Los espectadores rieron, se tomaron los gags a broma y muchos observaron con el ceño fruncido. Algo estaba pasando.

Al revisar la situación hubo claro consenso para identificar el acoso. Evitando todo debate, analizaron con claridad y contundencia las actitudes surgidas de los roles: acosado, acosadores y espectadores pasivos. Sabían de qué hablábamos, pero no traspasaban la barrera para sentirse reconocidos en aquellos roles. La sola identificación de “un problema”, no resolvía “su problema”. Seguimos avanzando.

​Insistieron en clarificar datos y dediqué otra sesión a intentar una catarsis de grupo y enfrentar el conflicto. Suponía un riesgo, pero debía seguir hasta el final.

​En un ambiente sereno, les invité a explicar con total sinceridad cómo se sentían en el grupo y por qué. Algunos necesitaron mi mano en su hombro para verbalizar sus sentimientos. Pero a medida que se fueron escuchando “confesiones” muy íntimas, el clima se fue haciendo más denso, provocando que las lágrimas de muchos de nosotros, emocionados, afloraran sin quererlo. Y digo “nosotros”, porque a la emoción de los alumnos se unieron la mía y la del profesor que entraría a continuación, que nos pidió compartir ese momento inolvidable. La lección fue clara para todos: no conviene olvidar jamás nuestra propia fragilidad, nuestros errores y, sobre todo, las consecuencias de nuestros actos cuando hacemos daño a los demás.

Escuchamos arrepentimientos por comportamientos irrespetuosos; reconocimientos de culpa; lograron mirarse a los ojos para pedirse perdón; detectaron pequeños éxitos en compañeros de conflictiva trayectoria y supieron darse las gracias. Toda una lección de contrición.

​Algo muy importante sucedió, que rematamos con un sólido abrazo. Ya sabemos que ni está arreglado el problema ni se acabaron aquí los conflictos del grupo. Solo se ha iniciado un camino. Ahora todos saben cómo se siente cada uno.​

Solo confío en que fuese para mis alumnos la lección más valiosa e inolvidable: aquella que salió de sus propias vidas.