¿Y ahora qué? Con Pilar Rodríguez  Barahona , Responsable de RR HH y Administración ENISA. Colaboradora y Formadora en ele, Escuela de Liderazgo Emocional

Inauguramos esta sección con la primera parte de un entrañable y magnífico artículo escrito por Pilar  Rodríguez Barahona , Responsable de RR HH y Administración ENISA. Colaboradora y Formadora de ele, Escuela de Liderazgo Emocional.


¿Y ahora qué? (1ª parte) 

Y, casi de repente, un día te das cuenta que tus padres, tus abuelos… se van haciendo mayores. Actividades que parecen de lo más normal, comienzan a ser una dificultad para ellos y no te acostumbras. El cerebro humano puede entonces al corazón y, de momento, no les haces mucho caso, eres joven y o estas preparado para lo que viene.

Cuidar a una persona mayor te hace madurar, poco a poco, va absorbiendo tu tiempo y empiezas a tener unos sentimientos diferentes. Los ves deteriorándose lentamente y para tí, que eran tu referencia, te das cuenta que te necesitan. Asimilarlo es muy duro.

Generalmente es un proceso gradual en el cada vez demandan más, tiempo, cariño, comprensión. Siempre hay un familiar que encabeza los cuidados. A él me dirijo con estas palabras.

Cuanto más quieres a una persona, más te obliga el corazón a dedicarle más tiempo, no sabes cuándo llegará el desenlace final y aprovechas, aprovechas todo lo que puedes. A veces se tiene sentimiento de culpa, cuando, en realidad, se está haciendo todo lo posible e imposible por esa persona que tanto quieres, pero sientes por dentro que siempre puedes hacer más.

En esos momentos en que sabes que son un puñado de meses (aunque luego sea más), es necesario también cuidarse uno mismo. El síndrome del cuidador es muy cruel, te hace sentirte mal, te quita el sueño, a veces discutes con otro familiar porque no te echa una mano.

Le coges la mano y notas que las tiene frías e intentas calentárselas, le tapas, le arreglas el pelo como puedes con la mano confundiendo colocarle el pelo con un gesto de cariño. Aunque parezca mentira, esos momentos hay que disfrutarlos, todos los que nacemos tenemos el mismo fin. Unos más pronto y otros más tarde. Incluso la fé no te quita ese dolor, porque es intrínseco al ser humano. Acordaos de cuando le dijeron a Jesús que Lázaro había muerto y rompió a llorar.

Mientras que están con nosotros se llora muchas veces, unas en silencio y otras no. Hay que acompañarles en la última etapa de su vida, luego se irá, dejará un hueco que nada ni nadie rellena, es dolor.

Mientras, hay que ser muy fuerte, demostrarle que aún es válido para ciertas cosas e intentar que no deje de hacerlas. Aunque no lo parezca, si piensa que aún puede hacer cosas, hay que dejarle, porque se sentirá orgulloso por ello y por dentro, el que le cuida normalmente intenta que no haga nada, cuando en realidad es un error. Esa emoción que se siente cuando lo ves pasarlo mal para que se levante, coma, se vista, lo que sea, a el le hace sentirse vivo y dejar que no haga nada es una equivocación, se está siguiendo al corazón, no a la razón, que nos diría: si puede vestirse solo, comer solo, es porque todavía puede y no tenemos que ser los jueces que le permitan o no hacerlo, eso sí, siempre desde la idea de que lo que hace no es peligroso para su salud.

Hasta ahora he hablado de personas mayores que van siendo cada vez menos capaces. Pero existe la posibilidad de que, de repente, un día no te conozcan, o no recuerden saber quién eres. La primera vez que lo dicen duele, duele mucho. Debes ser frio y explicárselo, que no acordarse de ciertas cosas es normal y que siempre podrá preguntarte las dudas que le sobrevengan. Por dentro lloras, es un dolor silencioso que presagia lo que más tarde o más pronto va a ocurrir. Tienes que estar preparado física y mentalmente.

Quizá haya ciertas actividades que las relegas a un segundo plano para poder dedicarle más tiempo, pero siempre tienes que tener un espacio para ti, porque si no, estarás adelantando el duelo y es algo que no te lo puedes permitir. Te necesita. Necesita de tu fortaleza física y mental. Por eso es importante saber gestionar tus emociones, además de tu tiempo.