«Un nuevo amanecer tras ser acechado por el terrorismo» con Lucia González , educadora infantil de Escuelas Infantiles de la Comunidad de Madrid , víctima de terrorismo

Esta tarde en el espacio de Gestión Emocional de Gente Ni Hao en Radio Internacional , hemos hablado de «Un nuevo amanecer tras ser acechado por el terrorismo» . Como invitada Lucia González , educadora infantil de Escuelas Infantiles de la Comunidad de Madrid , Coautora de uno de los libros de testimonios de víctimas de terrorismo , editado por la Plataforma de Apoyo a Víctimas de Terrorismo. Junto a ella la Dra. Elsa Martí , médico de familia y psicoterapeuta , colaboradora del espacio y  Rocio Hidalgo, periodista, directora del Magazine tarde en Radio Inernacional.

En el marco del terrorismo, no sólo se vulnera un derecho fundamental como es el derecho a la vida, se viola una de las necesidades a satisfacer por el ser humano, la necesidad de sentirse seguro y protegido.  

Cuando el terrorismo acecha, el dolor y sufrimiento al ver, pensar, sentir y mascar la tragedia se hace presente. Si el pensar en perder o ver inhabilitado a un ser querido nos produce malestar y desasosiego, ¡imaginad! ¿Cómo nos hemos de sentir cuando este pensamiento se hace realidad?

Siempre, y digo siempre porque no falto a la verdad, es penoso perder o ver impedida a una persona querida sean cuales sean las circunstancias, enfermedad o accidente, pero todavía es más penoso y más fuerte perderla o verla incapacitada por la mala intención o antojo de otro. Una lección difícil de aprender, complicada de asumir y para la que nunca uno está preparado. Es en este marco cuándo las emociones irrumpen en el mundo interior y piden la palabra, invadiendo nuestra mente, para actuar y justificar la acción pues se es víctima de atentado donde hay muertos y heridos….

Aparece la rabia ¿Por qué a mí? No hay respuesta, explicación ni consuelo a este interrogante; crece la impotencia, incapacidad de entender la maldad del otro para provocar una situación así; nace la soledad y el vacío que arrastra la pérdida, gestionar la marcha y el no regreso; se dibuja en los rostros la tristeza al ver un lisiado en la realidad diaria; aflicción, fruto de la despedida sin un adiós y sin escuchar, muchas veces, palabras de reconocimiento de aquel que más nos quiere.  

La añoranza y la nostalgia no se hacen esperar. Se echa de menos escuchar los buenos días, los abrazos y cariños de aquel que falta así como el privilegio de escuchar sus consejos. Sentir rencor por aquellos que han empequeñecido el arsenal de recuerdos de cara a un futuro venidero es algo lógico y normal, es producto de la privación de compañía que supone por un deseo injustificable de otro.

El Miedo y el pánico que experimentan las personas al evocar la tragedia se puede convertir en fieles compañeros, recordando en cada momento que están ahí y que en cualquier momento pueden volver aparecer.

La angustia se hace protagonista en el mundo interior. Toma la responsabilidad de los desvelos y de la falta de vitalidad, del sentimiento de incapacidad de volver a empezar y de la falta de voluntad para seguir en un proyecto de vida sin él o ella. 

La vergüenza de expresar sentimientos ante los demás es algo que cuesta exteriorizar y gestionar tras un suceso así, se necesita que pase el tiempo para sentir de nuevo libertad y poder hablar de ello. El odio hacia el atacante y el rencor por el recuerdo de la situación es lo que hay que trabajar para volver a empezar.

Después de un atentado el amor hacia las personas queridas se intensifica, se trata de disfrutar más de su compañía y se valora más las pequeñas cosas del día.

Lo reconfortante de una situación así, sufrir un atentado, es la solidaridad de la gente y lo difícil es qué hacer a partir de mañana…

Sentir que las cosas no se superan, te hace aprender a vivir con ello. Si eres niño, te convierten en adulto y si eres adulto te enfrentas a seguir con tu vida aunque nunca vuelva a ser la que tenias.

La reacción y actuación de la persona que vive esta experiencia no siempre es la misma. El carácter sufre transformación, hace ver el mundo y la relación con los demás de forma diferente y descolocada, unos prefieren anteponer el no pensar para no sentir, otros eligen la negación como mecanismo de defensa para olvidar y otros deciden pedir ayuda para subsistir y seguir adelante.

Las heridas físicas tarde o temprano se curan, uno se termina acostumbrando al dolor, las secuelas psíquicas siguen estando presentes y duran más pero se pueden superar si uno pide ayuda.

Pedir ayuda no significa olvidar, es poder llegar a pensar en la situación sin rencor; es buscar soluciones a cómo enfrentar y no buscar el por qué. Una vivencia así te hace crecer, desarrollarte como persona, priorizar lo imprescindible y volver a reconstruir el castillo de naipes que uno tenía aunque sea de forma diferente.

Para escuchar tertulia, pincha el enlace 
https://cloudup.com/cbnx5wJdWlt

En la foto inferior , de izquierda a derecha, Rocio Hidalgo, Lucia González y Elsa Martí